Iglesia de San Juan del Mercado: Un Tesoro Románico en Benavente
La Iglesia de San Juan del Mercado, un impresionante templo románico con una rica historia ligada a la Orden del Hospital de San Juan. A diferencia de la iglesia de Santa María del Azogue, la construcción de San Juan está documentada desde sus inicios.
Fundación y Patrocinio de la Orden del Hospital:
La construcción comenzó en 1181 por iniciativa de Doña Eldoncia, hija de los condes Osorio y Teresa, comenzó la construcción de una iglesia “de sillares de piedra cuadrados” en Benavente, bajo el consejo y autoridad de la Orden del Hospital de San Juan.
Consciente de los altos costes de una edificación románica en piedra, Doña Eldoncia solicitó ayuda económica a la Orden y a su prior en España, Pedro de Areis. La Orden respondió otorgando rentas y bienes inmuebles en Benavente, Santa María de Requejo, Villaquejida, Villafer, Arrabalde, Maire de Castroponce y otros lugares.
Gracias a este apoyo, el templo quedó bajo la protección de los Caballeros del Hospital y adoptó la advocación de San Juan, que conserva hasta hoy. La encomienda de la Orden en Benavente supervisó las obras a través de un procurador.
El documento que atestigua este acuerdo fue firmado en septiembre de 1181 con la presencia de figuras clave en la repoblación de Benavente durante el reinado de Fernando II. Se cree que la cabecera de la iglesia fue consagrada en 1182, fecha que coincide con una inscripción visible junto al altar mayor.
Arquitectura Románica y Características Destacadas:
El carácter sanjuanista del templo se mantuvo durante toda la Edad Media, como atestiguan los escudos y sepulcros en su interior. La Iglesia de San Juan del Mercado presenta un estilo románico más puro que su vecina Santa María. Aunque originalmente se planeó con bóvedas, finalmente se optó por un techo de madera a dos aguas.
La planta del templo consta de tres naves y un crucero que no sobresale del conjunto. La cabecera, típicamente románica, cuenta con tres ábsides semicirculares, decorados con un jaqueado en las impostas, similar al de los edificios del Camino de Santiago.
Las Portadas: Un Tesoro Iconográfico:
El templo posee tres portadas románicas. La portada meridional destaca por su rica iconografía, recordando al Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela.
Bajo un arco apuntado, el tímpano representa la Adoración de los Reyes Magos, con la Virgen y el Niño, los Reyes ofreciendo sus presentes y San José dormido. Las arquivoltas muestran escenas del nacimiento de Cristo, incluyendo la visita de los Magos a Herodes, la Estrella de Belén y el sueño de los Magos.
Seis esculturas adosadas a las columnas representan a profetas, entre ellos Moisés (con las Tablas), David (con el arpa) y San Juan Bautista. Los modillones muestran una cabeza de Toro (San Juan) y un ángel (San Mateo) señalando un libro abierto. También se representan a Santiago, el rey Salomón y Jeremías. La portada incluye los símbolos de los cuatro evangelistas.
Las figuras conservan restos de policromía del siglo XIII, con predominio de rojo, azul, verde y amarillo. En el intradós del arco principal se observan pinturas de los ancianos del Apocalipsis.
Las Portadas Occidente y Norte:
Las otras dos portadas son más sencillas, sin tímpano. La portada Oeste destaca por la decoración de su dovelaje, con cartelas que representan los meses del año. Sus capiteles presentan decoración vegetal, a excepción de uno que muestra una escena figurativa de un caballero medieval junto a una dama a las puertas de una fortaleza.
La portada Norte, que daba acceso a un claustro desaparecido, es similar a la de Santa María del Azogue, aunque más simplificada.
Arte Interior: Pinturas, Esculturas y Retablo:
En el interior, destacan las pinturas del ábside central que representan el Bautismo de Cristo (finales del siglo XV-principios del XVI). También se aprecian frescos en la nave derecha, con escenas marianas, como la Virgen sosteniendo a su hijo muerto junto a la cruz.
En cuanto a la escultura, se conservan piezas procedentes de iglesias desaparecidas de Benavente, como una Piedad del Monasterio de los Jerónimos, San Antonio Abad de la ermita de San Antón y San Crispín de la parroquia de San Miguel.
El ábside central alberga un notable Cristo gótico, mientras que en el muro norte se encuentra un retablo hispanoflamenco con tableros que representan la vida de San Ildefonso, el Nacimiento, la Epifanía y apóstoles, atribuido a un discípulo de Juan de Borgoña (siglo XVI).
El calendario Medieval de la Portada Oeste de San Juan del Mercado
La portada Oeste de la benaventana iglesia de San Juan del Mercado acoge en la arquivolta inferior la representación de un calendario medieval. Se trata de una interpretación cíclica del tiempo, tal y como lo entendía el hombre del medievo. El mundo figurativo del románico está pleno de simbolismo, mediante el cual se representa tanto al bien como al mal. Por ello en su particular visión del mundo, y la hora de representar los ciclos temporales, se emplean elementos sacralizados por el campesinado medieval, ya que este tenía asumida una profunda dependencia respecto a la naturaleza y de fatalidad con relación al destino aciago al que se veía avocado el destino del hombre, ya determinado por la maldición bíblica.
En las dovelas que conforman el arco se reproducen mediante cartelas talladas en piedra la caracterización de los doce meses del año. Para su representación se recurre a diversos símbolos con formas abstractas. Las dovelas se del arco se hallan dispuestas u ordenadas a ambos lados de un eje de simetría. El vínculo entre la vida y el tiempo era estrechísimo, pero no sólo con el tiempo; ya que el ser humano también se sentía estrechamente vinculado con la naturaleza. Ésta no era más que una representación a una escala menor (un microcosmos) y, como en el caso del tiempo, el hombre medieval era incapaz de concebirla como algo externo a él. Lo cual no podía ser de otra manera, dado que la naturaleza era su espacio de vida, su sustento, su trabajo, su intermediaria con la divinidad y, por supuesto, su referencia temporal. Además, ésta le marcaba sus ritmos vitales, y lo que es más importante: las pautas que establecía para realizar el trabajo agrario, para viajar, para festejar o, simplemente, para vivir. Los ciclos de la naturaleza eran constantemente regulares, día tras día, cosecha tras cosecha. No había por tanto lugar a alteraciones en esa eterna rueda cíclica, todo era igual desde siempre, y el pasado se actualizaba por sí mismo retornando continuamente.
Enero se representa mediante elementos vegetales (palmetas) completamente simétricos en cada uno de los lados del eje central. En el mundo clásico grecorromano el mes de enero se representaba mediante la dualidad de Jano Bifronte, y que vendría a significar el final de un ciclo anual y el comienzo del siguiente. Con ello se pretendía asegurar la fertilidad y abundancia del año solar que empezaba y del ciclo agrícola que estaba a punto de comenzar a dar sus frutos. Su figuración alude al recuerdo y la posteridad; las dos caras, una mirando hacia el pasado, para recordar el tiempo que ha transcurrido, y otra hacia el futuro, hacia el porvenir.
Febrero se representa mediante una figura que infunde temor. Se trata de un dragón que lleva un pez en la boca y viene a simbolizar al demonio pescando almas o apoderándose del alma. Se interpretan como representaciones del mal y del tránsito de la naturaleza.
Marzo se representa mediante una imagen ambigua que podría ser un león o bien un lobo. Si se identifica con un lobo podría significar el símbolo de la aniquilación, ya que se le considera alegóricamente “el devorador del sol”, en este caso de Cristo. El lobo para el hombre medieval es el que se come el ganado, algo que trae el hambre a los hombres. Con ello quizá se quiere expresar figurativamente el miedo congénito a este animal por los pastores, y que en esta ocasión acecha el rebaño de Cristo.
Abril se representa mediante un puerco, símbolo de los deseos impuros, o bien por un jabalí, que destruye las cosechas cuando empiezan a brotar o a nacer. En la cultura judeocristiana el cerdo era considerado como un animal de pata hendida, indigno y sucio, cuyo consumo podía implicar riesgos. Ello en una época donde las enfermedades eran atribuidas a castigos divinos.
Mayo se representa mediante elementos vegetales, lo cual supone el renacer de la naturaleza tras el duro invierno, abriéndose así un ciclo de esperanza para la obtención de alimentos. Este alimento puede no ser solo material sino espiritual, la doctrina que alimenta a las almas y ayuda a combatir el mal.
Junio se representa con igual símbolo de carácter vegetal que el mes anterior. En este caso significa la bonanza del buen tiempo, cuando el sol alcanza su cénit o máxima altura. Es el mes del solsticio de verano y de toda una serie de ritos que sobrevivían del mundo pagano, destinados a garantizar la cosecha tanto de los frutos de árbol como de la tierra.
Julio se representa por idéntico símbolo vegetal que los dos meses anteriores, viniendo a adoptar en este caso el significado del sol que vivifica y sazona los frutos. Abundancia y fertilidad de la naturaleza que el ser humano comprende y traslada a su propia vida material y espiritual.
Agosto se representa con idéntico símbolo que los tres meses precedentes, si bien viene a significar en este caso la recogida de frutos y cosechas. En conjunto estas cuatro cartelas que ponen de manifestó a los meses de tregua de la naturaleza, se evidencian por ello mediante símbolos idénticos. De nuevo se trata de manifestar la fertilidad y tareas propias de la temporada.
Septiembre está representado por un relieve vegetal, pero más recargado que los meses inmediatamente precedentes, porque en este caso se trata de significar la abundancia y recolección de las cosechas, simbolizándose mediante frutos silvestres y las uvas.
Octubre se representa nuevamente mediante un dragón como sucedía con el mes de febrero, pero en este caso lleva o porta una maza en la garra derecha y mira hacia el final del año, ya que de nuevo al hombre le acecha la amenaza del invierno que cíclicamente retorna. Estos meses de otoño se aprovechan para hacer acopio de los últimos frutos y se llevan a cabo tareas recolectoras para surtir la despensa.
Noviembre se representa mediante la roseta que nos anuncia la esperanza en Cristo, es decir, el Adviento. Ello a pesar de todas las dificultades y contrariedades, puesto que es un mes de días cortos y frías madrugadas.
Diciembre es representado por una flor en forma de aspa. Es el Crismón, símbolo de Cristo, cuyo nacimiento se celebra el último mes del ciclo y al que el dragón amenaza figuradamente con su maza en el mismo momento de nacer (el cual es representado, tal en el mes de octubre, pero que, como ya indicábamos, dirigía su mirada hacia el final del año).
*Textos Juan Carlos de la Mata
Audioguia
Horarios de Apertura
Abril y mayo
Viernes y sábados de 10:00 a 13:00 y de 17:00 a 20:00 horas.
Domingos de 10:00 a 13:00 horas
Junio, julio, agosto y septiembre
De martes a sábado de 10:30 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 horas.
Domingos: de 10:00 a 14:00 horas
Lunes cerrado.
Octubre, noviembre y diciembre
Viernes y sábados de 10:00 a 14:00 y de 16:30 a 18:30 horas.
Domingos de 10:00 a 14:00 horas.
El resto de los meses la visita podrá realizarse previa a los horarios de los oficios religiosos y a discreción de los párrocos.
Ante todo es un lugar de culto por lo que el horario puede variar por la celebración de actos religiosos.
Localización
Plaza de San Juan, 4
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